UNA DE CAL Y UNA DE ARENA

Hay veces en que un sentimiento agridulce nos invade. Este final de mes no ha estado mal. La M manda sigue mandando. El fin de semana pasado lo premiaron junto a otras obras entre mil cien obras presentadas. Concretamente fue en la isla de Tenerife, en el Festival Docusur, el Festival Internacional de Documentales del Sur.
Y está de racha. Este fin de semana ha vuelto a recoger un galardón. Nada menos que el Primer Premio en el 2º Festival Internacional de Cine, Paz y Derechos Humanos de Valencia. Sí, han leido bien. Ha sido en nuestra ciudad, en Valencia. El primero que recibimos en nuestra casa desde hace cinco años. El segundo de nuestra carrera en total. Pequeña espinita clavada que siempre llevamos encima...
Tras la entrega de los premios el pasado domingo día 25, salimos del Salón de Bancaja y nos cruzamos de lleno con una manifestación en contra de la violencia de género. No había demasiada gente. La gente se mueve por modas y novedades, y claro, este es un tema demasiado trillado. Más de lo mismo.
Un año más, las estadísticas no bajan. Todo sigue igual. Siguen muriendo unas 70 o más mujeres cada año en nuestro país. El problema es muy complejo y desde luego, a veces parece que la información televisiva va más a la caza de la audiencia que de la denuncia social. Es desesperanzador. Me temo que cortos como P&M o La M manda son inútiles en ese sentido. Sólo captan la atención de los ya concienciados. Los brutos, los violentos, no los verán nunca, me temo.
Todos guardamos una parte violenta escondida dentro. Intentamos no sacarla casi nunca (quizá en una situación extrema de supervivencia) porque conocemos las consecuencias. Somos así en gran parte por nuestra educación, porque hemos conseguido ser autocríticos. Inculcar esa visión en otras personas es lo único que podemos hacer. Intentar sin garantías que la razón venza al instinto en las generaciones venideras.
Quizá esta entrada acabe con un tono un poco panfletario. Pero nadie puede rendirse en esta lucha. Es como dejar de hacer cine. No hay opción. No hay marcha atrás.
Todos guardamos una parte violenta escondida dentro. Intentamos no sacarla casi nunca (quizá en una situación extrema de supervivencia) porque conocemos las consecuencias. Somos así en gran parte por nuestra educación, porque hemos conseguido ser autocríticos. Inculcar esa visión en otras personas es lo único que podemos hacer. Intentar sin garantías que la razón venza al instinto en las generaciones venideras.
Quizá esta entrada acabe con un tono un poco panfletario. Pero nadie puede rendirse en esta lucha. Es como dejar de hacer cine. No hay opción. No hay marcha atrás.