V de Viajes

1 de Septiembre. Se acabó lo bueno. Anoche llegamos de un vuelo desde Marrakech y esta mañana nos ha despertado una irritante melodía navideña del despertador. Algún día aprenderé a cambiarla. De momento me dedico a recordar el sabroso batido de aguacate que nos tomábamos hace unas horas en un callejón mugriento.
Cuando ya habíamos casi perdido la esperanza, encontramos un vuelo de una low cost, y en apenas dos días nos hicimos con la Lonely Planet y nos subimos en un avioncillo con letras árabes en su cola. Hemos pasado tres semanas pateando entre montañas rocosas, dunas interminables, medinas atiborradas o cascadas asesinas. Durmiendo en hoteluchos o directamente a la intemperie y trasladádonos siempre en autobuses destrozados y roñosos (prácticamente no existen otros).

Somos guiris en países ajenos con la contradicción de no querer sentirse guiris. Nuestra crisis de identidad nos empuja a alejarnos de los lugares demasiado turísticos o al menos a intentarlo. Sí, aunque cada vez es más difícil, hay formas de visitar el Taj Mahal o el Machu Pichu tranquilamente, sin estar rodeado de turistas, olvidándose de que el mundo se está convirtiendo en un gran parque temático.
Queremos tener la sensación de libertad, de exclusividad, de cierta aventura. Somos de los que no desean un resort con pulserita. De los que se sienten incómodos si viajan en grupo. Somos egoistas y no queremos compartir el mundo más de lo justo. Y no dejamos de ser un estereotipo, una tribu urbana con etiqueta, un target de turista del que se aprovechan miles de hotelillos o agencias pequeñas. Hasta hemos sido retratados en el cine.
Los mochileros no somos coleccionistas de postales: somos devoradores de experiencias. No dejamos de ser consumidores a los cuales les incomoda sentirse demasiado cómodos en los viajes. Claro, esto conlleva una parte hipócrita: es fácil jugar a Indiana Jones cuando en casa espera ropa limpia, una nevera llena y un sofá con un mando de tele.
No es para sentirse orgulloso; de momento no viajamos con fines sociales y probablemente nunca nos gastaremos grandes cantidades de dinero en un país pobre. Aunque tampoco despilfarramos los recursos ni miramos a los lugareños desde la distancia, como si estuviésemos en un zoo. No es más admirable o despreciable que cualquier otro tipo de turismo, pero les aseguro que es más excitante, duro y emocionante.
Y como suelo hacer, aprovecho para enlazar una cosas con otras.
La primera es hacer un comentario técnico. He llevado en este viaje un cámara compacta común (la Samsung de la foto) con un par de tarjetas SD de 4 Gb. Tras hacer varias pruebas por curiosidad, me he sorprendido con la calidad que daba. Puedes grabar en tamaño internetero (320x240) o un casi NTSC (640x480) a 30 fps y siempre en progresivo. Por supuesto es bastante limitado y supercomprimido, pero hasta diría yo que ese punto cutre que da la compresión y la falta de latitud tienen un componente estético y emocional que me recuerda al antiguo super8. Claro está, hablamos de grabar chorradas personales y familiares, nada para ser proyectado en un cine o emitido en una TV. Y desde luego, no existe en vídeo doméstico nada más cómodo y compacto que estas camarillas con tarjetas. Ya hay modelos más caros que ofrecen vídeo en HD. No quieran pensar la calidad que darán en unos años estos cacharrillos.
Al final, he acabado haciendo unas pocas fotos de paisajes o lugares y grabando casi 500 microvídeos (de unos 30 segundos) de todo tipo. En cuanto pueda los reviso y les cuelgo alguno decente.
La segunda es recalcar que por mucho que lo intentemos, al final los cortos siempre llegarán más lejos que nosotros. La M manda se proyectará en unos días en una la Jornada Internacional de Cinema da Bahia (Brasil) dentro del ciclo "Miradas y reflexiones". Con éste son ya 33 los países en los que se proyectan nuestras obras. Y probablemente,en unas semanas, Pamás y mamás se dé una vuelta por varios países del Caribe. Lástima que no paguen vuelos. Ambos cortos serán proyectados bajo demanda, ya que hace más de un año que acabamos su distribución.