THE VERVE AND US
Quien me iba a decir que tras estar dos meses missing en este blog y dedicarnos en cuerpo y alma a echarlos a perder -el cuerpo y alma, se entiende- haciendo un largometraje para televisión -y lo que nos queda- iba a escribir algo sobre lo que más echamos de menos desde hace mucho, mucho tiempo: viajar. Viajar y música.
A finales del siglo pasado, tras acabar las ingenierías y sin ni idea de que hacer con nuestra vida, decidimos irnos a Londres a probar suerte, como miles de españolitos hacen cada año. En Londres existen unas empresas que se dedican a estafar a gentecilla y estudiantes pardillos como éramos nosotros en aquella época. En aquella época, sin internet tan desarrollada, Inundaban la ciudad con carteles del estilo "Trabaja y estudia inglés en Londres". Nosotros picamos el anzuelo, y tras pagar 14.000 pesetas por barba (unos 84 € de la época, lo que serían unos 140 € ahora), se limitaron a mandarnos por correo una fotocopia con una dirección en Londres donde nos lo facilitarían todo. Mira por donde, sigue en pie la empresa que nos tangó: la pueden encontrar aquí.
Conseguimos un vuelo de ida con nuestros últimos ahorros de estudiante y nos fuimos para allá superexcitados con lo que se nos venía delante. Marisa se puso histérica en el vuelo, como hace siempre, y caímos en ese gran monstruo sin ojos que es Londres. Cualquiera que haya vivido en macrociudades teniendo que empezar de cero, sin contactos, y con la necesidad de trabajar para sobrevivir sabe de lo que estoy hablando. Es duro. Es una gran experiencia, recomendable para sentir empatía con los emigrantes que nos rodean... y para no repetir.
Llegamos a la dirección de Meeting Point y pronto nos dimos cuenta de la estafa. Tras esperar en una cola, sólo nos dieron dos direcciones más. ¡14.000 pesetas por dos direcciones! La de trabajo no era más que una ETT. La otra era de unas residencias insalubres consistente en zulos en casas en ruinas en Queenspark, un barrio deprimido en las afueras de Londres.
Pasamos dos semanas allí sin encontrar trabajo hasta que se nos acabaron los ahorros, unas 15.000 pesetas más. Sin dinero para pagar la habitación y sin ningún contacto, nos echaron a la calle. Estuvimos unos días dando tumbos por las calles y maldurmiendo en bancos. Aprendimos algo que no olvidaremos jamás. Cuando tienes hambre, te olvidas de todo lo demás. Sin las necesidades cubiertas todo lo demás carece de importancia. Ya lo dijo Maslow.
Una de esas noches estábamos deambulando por una calle céntrica de la ciudad, decidiendo volvernos a España con el rabo entre las piernas, tirando a la borda meses de imaginarias ilusiones. Nos topamos con el típico escaparate de tienda de electrodomésticos lleno de teles con la misma imagen. Pues bien, en esa situación apareció en las pantallas el hipnótico vídeo músical que recordaremos siempre.
Aquel vídeo, seguramente influidos por nuestra triste situación, se nos quedó en la cabeza clavado a martillazos. Nos enseñaba las calles que habitábamos con la esencia musical y urbana de Londres, esa imagen ficticia de los lugares visitados que sólo existe cuando se recuerda en la distancia, nunca en el momento.
¿Qué fue de nosotros? Una vez desesperados y hambrientos, y decididos a volvernos, una chica vasca que curraba en un McDonals nos regaló una bolsa llena de fast-food. No saben el poder que tienen los lípidos y los carbohidratos en el cuerpo de un niñato hambriento.
Acabamos encontrando trabajo en la hostelería por cuatro duros. En Londres hay mucha movilidad laboral; eso sí, las condiciones legales para este tipo de trabajo son deplorables, sin seguro de nigún tipo y a 4 € la hora. Estuvimos unos meses, nos despedimos y nos volvimos a España para empezar de nuevo, pero sin la necesidad de trabajar por un salario miserable para poder comer.