LA OTRA REVOLUCIÓN DIGITAL


La tan manida revolución digital ha sido un término explotado en los últimos años de modo que casi ya carece de sentido. Desde hace mucho tiempo tenemos cámaras baratas de cine digital, cualquiera puede mostrar sus obras y dejarlas al alcance de todo el planeta, las salas de cine y los videoclubs se están vaciando, incluso las teles están virando drásticamente hacia ese medio que lo absorbe todo: internet.
Todo esto está muy bien, pero quizá parecía mucho más antes de que llegara. O seguramente, en nuestra butaca frente al pc, nos hemos acostumbrado rápidamente a lo nuevo. Lo que está claro es que los cortometrajistas de nuestra edad, de nuestra época y nuestras aspiraciones empezamos a hacer cortos pensando en los largos, empezamos con el vídeo analógico pensando en el celuloide y poníamos en un compromiso a nuestros amigos y familiares obligándoles a ver nuestro último engendro... pensando en las salas de cine.
¿Y qué sucede ahora? Que todo eso en que creíamos, aquello a lo que aspirábamos está desapareciendo. Hemos llegado a este mundillo cuando estaba cambiando. De hecho continúa haciéndolo.
¿Merece la pena dejarte la salud en un largo cuando lo más probable es que apenas vea las salas? ¿Tiene sentido dejarte la piel para conseguir una distribución cuando tienes que competir con el blockbuster de turno y tu peli va a desaparecer de los cines la segunda semana? Supongo que si es lo que realmente deseas, sí. Pero es mejor ir avisado y saber antes como va el mercado audiovisual.
La tendencia está clara: el año pasado el ICAA apoyó a 50 tv-movies y a 150 largos, de los cuales dos tercios no se distribuyeron en salas comerciales. Este año, el ICAA ha decidido invertir los términos. Apoyará a unas 150 telefilmes y unos 50 largometrajes para su exhibición en 35 mm. Al menos eso se anunció el pasado Festival de TVMálaga.
Aun así hay veces que uno se entera de cosas que merecen la pena. La revolución digital no es sólo que graben la próxima peli americana con la RED. La desgastada revolución también ha empezado desde abajo.
El grupo Chaski (sic, no es comida para animales) es una organización peruana sin ánimo de lucro que con su RED de MICROCINES ha decidido aprovechar la tecnología digital para conseguir varios objetivos: que los cineastas peruanos tengan un canal de distribución de sus obras, que el audiovisual nacional llegue a las zonas rurales más pobres de un país ya de por sí subdesarrollado, y todo esto hacerlo de modo sostenible económicamente. Tengan en cuenta que allá el ADSL será como mucho la marca de un detergente.
Iniciativas así son las que nos recuerdan que hay otro cine más allá del que vemos en las vallas publicitarias. Y otra revolución digital.